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Un dios salvaje: Sinopsis, elenco, ficha, critica: Carnage

Un dios salvaje: Sinopsis, elenco, ficha, critica: Carnage

SINOPSIS

Dos niños de unos once años se enfrentan con violencia en un parque. Labios hinchados y algún diente roto… Los padres de la "víctima" han invitado a su casa a los padres del "matón" para solucionar el episodio civilizadamente. Al principio, el diálogo entre ambas parejas va bien y transcurre entre bromas y frases cordiales.

Pero poco a poco, la cosa va subiendo de tono y las buenas intenciones dejan paso a un enfrentamiento dialéctico que saca lo peor de cada matrimonio y de cada uno de ellos. La crueldad, la furia y los prejuicios sociales manan violentamente entre las cuatro paredes del departamento neoyorkino.

Encabezan el reparto de Un dios salvaje la ganadora de un Oscar Kate Winslet y el ganador de un Oscar, Christoph Waltz, interpretando al matrimonio Nancy y Alan, y, por otro lado, la ganadora de un Oscar, Jodie Foster y John C. Reilly, en los papeles de Penélope y Michael, respectivamente.

Yasmina Reza se unió a Roman Polanski para adaptar la versión cinematográfica de su obra teatral Le Dieu du carnage y Saïd Ben Saïd ha producido la película a través de SBS Productions, en una coproducción franco-alemana-polaco-española.

CRÍTICA

Un dios salvaje es una buena propuesta con cuatro actores que derrochan talento y una historia corta (sólo 80 minutos con títulos incluidos) pero eficaz.

Esta película es una adaptación de una obra de teatro cuya estructura ya ha sido vista reiteradas veces: un grupo de personajes reunidos amenamente, pero que por determinado conflicto comienzan lentamente a sacar sus trapitos al sol y lo peor de sí.

El guión tiene un timing impecable y los diálogos son muy inteligentes. La maestría con la que está dirigida permite al espectador que se sumerja de lleno en esta historia que tiene mucho de comedia negra y poco y nada de previsible. Lo más rico del relato es la forma paulatina en la que se van mostrando los verdaderos sentimientos y personalidades de los personajes.

Las interpretaciones son impecables destacándose Waltz y Winslet, pues Jodie Foster en los momentos de mayor tensión está como pasada de rosca, casi al borde de la sobreactuación.

Un film con muchas cualidades como para perdérselo

Cintia Alviti


¿Y vos que opinás de Un dios salvaje?


Lee este artículo para conocer mi estilo en hacer críticas y saber porque no contienen calificación, sinopsis o detalles muy técnicos

NOTAS DE PRODUCCIÓN

Aclamada por la crítica y público, la obra de teatro obtuvo un gran éxito en París, Londres y Broadway, tras su estreno en 2006, y ganó varios galardones en los premios Olivier y Tony de teatro.

Después de ver la obra de teatro, Roman Polanski supo que se podía convertir en una película inquietante. Polanski trabajó con Yasmina Reza para adaptarla al cine. La obra estaba originalmente ambientada en París, pero se adaptó a la localización de Brooklyn una vez que se decidió representar en Broadway, en donde se estrenó en el 2009. Polanski, sin embargo, decidió ambientarla en Nueva York.

El director también quiso ser fiel al tiempo real; tal y como estaba establecido el ritmo dramático en la obra original, creando así una cinta de 79 minutos donde la acción se desarrolla sin interrupciones y en un único decorado, a pesar de lo que esto significa. «Es un reto hacer una película en tiempo real, sin una sola elipsis», dice Polanski. «Con un guión tan rápido e ingenioso, el público de todo el mundo se identificará con estos personajes».

Kate Winslet describe a la inversora de bolsa que interpreta, Nancy Cowan «como una madre trabajadora y extremadamente ocupada, que se siente constantemente desesperada y culpable por no estar lo suficiente con su hijo, y, sin embargo, tiene opiniones muy directas sobre la maternidad y la educación de los hijos; hechos que obviamente se contradicen. Aunque quiere a su hijo, hay ciertas parcelas en las que no sabe realmente de lo que habla».

Para Winslet, el éxito de la obra reside en cómo, temas universales se tratan con sentido del humor. «Es una ventana abierta a alguno de nuestros mundos», dice. «Trata dos temas tan complejos como la educación de los hijos y la rutina del matrimonio. Yasmina ha transformado el texto, convirtiéndolo en una comedia enriquecedora y didáctica para todo el mundo. Logra que seamos capaces de reírnos de nosotros mismos y de la torpe condición humana, ya que muestra experiencias que todos hemos vivido alguna vez, sin importar el idioma en el que se hable o la procedencia de sus personajes o sus circunstancias personales».

«Es muy real», continúa Winslet. «Por ejemplo, cuando estás en el patio del colegio de tus hijos hablando con otros padres, siempre se respira un aire de "tengo que ser amable contigo a pesar de que no te soporto". Existe siempre un ambiente falsamente agradable en la forma de comunicarnos con otros padres, que forma parte de las reglas ya establecidas para proteger a nuestros hijos».

La actriz también señala la influencia salvaje de la tecnología, cuya invasión domina nuestra existencia hoy en día. «Muestra lo fácil que es llegar a desvincularse de la realidad. Es como poner un parche rápido que soluciona de inmediato el conflicto de nuestras relaciones. Confiamos simplemente en mirar un mensaje de texto, enviarlo de vuelta y esperar el sonido de "enviado". Todos nos hemos acostumbrado a este modo de comunicarnos y a la validación de nuestras amistades a través de una conexión no-verbal».

Winslet quedó cautivada por la naturaleza del texto y las múltiples lecturas del mismo. «Lo fascinante es que empieza siendo una cosa y de repente se convierte en algo completamente distinto», dice. «Me encanta eso de la historia, que es muy real y a la vez impredecible. Crees que estás viendo un tipo de película y de pronto se transforma súbitamente en algo muy distinto».

Para Jodie Foster, que interpreta a la emprendedora activista Penélope Longstreet, fueron las ideas tratadas en la historia lo que más le atrajo de la misma. «Aunque es satírica y extravagante en algunos aspectos, la relación entre los personajes tiene una base psicológica que es real, como la psicología familiar; el tapiz de la vida de las personas que es lo que me parece más fascinante. La forma en que ellos interactúan, la forma en que se sacan de quicio, cómo se lanzan puñaladas, y no sólo en esta generación, sino también en las siguientes. Nuestras ideas sobre la moral ya establecida cuando en realidad todos somos muy primitivos. Todos llevamos un monstruo dentro y si asumiéramos esa responsabilidad, probablemente nos iría mucho mejor».

«La tema de la moral es interesante», Foster continúa. «Cuatro personas están tratando de averiguar qué es lo correcto y si lo correcto es en realidad lo moralmente aceptado. A medida que pasa el tiempo, van sacando su verdadero yo, volviéndose más y más monstruosos, haciendo surgir un tono cómico. Todos ellos son gente agradable, adultos y con buena educación, pertenecientes a familias de clase media-alta, que viven en barrios burgueses. Eso hace pensar que todo va a salir muy bien, cuando de repente todo empieza a ir fatal».

«Es una comedia sobre las buenos modales y cómo perder esos modales», dice Foster. «Lo que realmente hace que la película funcione es que los personajes estén tan bien dibujados y sean tan diferentes entre sí. El personaje de Kate Winslet trata de ser el perfecto enlace entre todos, sin embargo, sabemos que no expresa lo que siente realmente, por lo que su comportamiento se convierte en más y más receloso».

Foster dice que el personaje de Penélope "le venía como anillo al dedo". «Ella es tremendamente educada y se toma las cosas con muchísima seriedad», dice la actriz. «Empieza revelando su propia personalidad, pero según avanza la historia, se va convirtiendo en una caricatura de sí misma. Las relaciones entre estos personajes tienen lecturas distintas. Los problemas en nuestro matrimonio salen a flote en plena negociación. Ella es una mujer intensa, que trabaja en una librería, y también está escribiendo un libro sobre el sufrimiento en África, sin poder sacarse de la cabeza este tema. Le horroriza el matrimonio de Nancy y Alan, a los que no les preocupa en absoluto la situación mundial. Mi marido es un buen tipo pero mi intensidad le pone los nervios de punta y se refugia en su whisky favorito».

A Foster le encantan los giros y matices de las relaciones entre los cuatro personajes. «Durante gran parte del tiempo, son Penélope y Alan los que no se soportan, porque él es un abogado muy engreído al que le gusta burlarse de mí porque le irrita profundamente lo políticamente correcta que soy. Pero pronto esto se traslada a los cuatro personajes y al final de la película todos terminan detestándose. La historia pone de manifiesto la fragilidad de las relaciones y las cicatrices que todos llevamos dentro».

El lenguaje también atrajo a la actriz, intrigada por cómo Reza había conseguido perfilar a unos personajes que se definen a través de un lenguaje codificado. «Penélope tiende a decir siempre: "eso es asqueroso" o "qué asco me da". El asco parece ser su prioridad. Nancy no para de repetir: "naturalmente", a pesar de que ella es la persona menos natural del mundo. Michael es el tipo de persona que no para de decir: "¿por qué no podemos todos llevarnos bien?", o sea, "¿por qué hay que pensar tanto las cosas?", "¿qué necesidad hay en realidad de pensar en todo esto?».

Winslet también se sintió atraída de inmediato cuando vio la oportunidad de sumergirse en un lenguaje de tal riqueza. «Escuchamos a los personajes usar un lenguaje muy agresivo, es decir; como arma o forma de expresar las propias emociones o la percepción de lo que alguien está pensando», dice. «Y ninguno de ellos asumirá jamás la responsabilidad de sus propias palabras. Esa es una de las razones por la cual la historia se desarrolla así. Nadie asume la responsabilidad de las cosas que dice».

John C. Reilly interpreta el papel de Michael Longstreet, un vendedor de artículos para el hogar con grandes ambiciones de elevar su estatus social. «Aspira a pertenecer a una clase social más alta. Su esposa, Penélope, es más intelectual; una escritora muy preocupada por los problemas mundiales y la justicia social. En cierto modo, cada uno de los personajes es un hipócrita que piensa que si todo el mundo pensara como ellos, entonces el mundo sería perfecto. Así que Michael muestra su mejor actitud ante el encuentro con Nancy y Alan, pero finalmente no puede aguantar más y explota.

«Me ha resultado muy refrescante interpretar este papel. Cada uno de los personajes se quitará la máscara en un momento diferente de la historia. Lo que es genial en la escritura de Yasmina es que justo cuando piensas que la historia va a terminar, alguien dice: "no, yo no me voy; quiero decir esto o lo otro…", y eso es lo que mantiene esta vorágine activa, hasta que finalmente explota. Es un retrato bastante devastador sobre cómo se educa y cría a los hijos en Estados Unidos».

Reilly continúa sobre esta sátira: «es un escenario perfecto para la comedia, ya que juntar a unos personajes en una situación difícil y hacer que se comporten educadamente es, sin duda, una de las mejores recetas de la comedia».

Foster está de acuerdo, y añade que el equipo tuvo largas discusiones acerca de cómo obtener el tono justo de la sátira: «incluso si la comedia es descabellada tiene que tener una base real. Y aquí, la comedia se basa en la realidad y al ser una sátira llega hasta el punto de la exageración. La escena de cuando a Penélope se le pregunta sobre África es especialmente delirante, sobre todo cuando empieza a desmoronarse, y creo que el público se va a divertir. Es la seriedad de su personaje lo que realmente provoca la carcajada. Por otro lado, cuando se enfrenta a la falta de sensibilidad del personaje de Alan es cuando la comedia funciona».

Polanski organizó sesiones intensivas de ensayos durante dos semanas, para que los actores se familiarizaran y para investigar el tono de la película; un tono que se mueve entre la sátira, la comedia y el drama.

«Siempre me ha gustado ensayar», dice entusiasmada Winslet. «Es realmente un lujo tener esta oportunidad. Pero no creo que ninguno de nosotros hubiera pensado que Roman nos iba a hacer aprender el guión, de principio a fin, como una obra de teatro. Me emocionó realmente como organizó la puesta en escena, porque cuando llegamos al plató todos sabíamos exactamente cuáles eran nuestras posiciones. Fue muy útil para nosotros y para Roman, ya que pudo estructurar muy bien la forma en la que iba a rodar. Los ensayos sirvieron igualmente como una experiencia de unión entre todos nosotros. Ha sido muy divertido enfrentarse a un reto de este tipo y trabajar con actores tan profesionales y brillantes, y sentir el deseo de estar a la altura de su capacidad interpretativa y talento. Ha sido realmente maravilloso».

Para Winslet, el período de ensayos le permitió llegar a familiarizarse con la escena a la que más pavor tenía: cuando absolutamente borracha se embarca en una desmedida dialéctica, justo después de haber vomitado sobre los valiosos libros de arte de Penélope, colocados sobre la mesa. «Todos sabíamos que sonaba un poco como a un discurso», explica. «El reto era que sonara como si se tratara de un discurso que viene de cualquier sitio. Se resolvió gracias a la dirección de Roman, que fue firme en sus decisiones. Pero la posibilidad de los ensayos nos permitió ver lo que funcionaba y lo que no, así que fue realmente un verdadero lujo. Me quedé muy aliviada cuando finalmente la rodamos porque era una escena difícil. ¡No hay nada peor que una borrachera mal interpretada!».

«Los ensayos me dieron la oportunidad de dejar que las ideas afloraran, para que finalmente el diálogo saliera solo», dice Reilly. «También nos permitió a todos encontrar el ritmo y la forma en que deben interactuar los personajes en un espacio cerrado. Y hubo un gran intercambio de ideas, sobre todo en los diálogos. Roman estaba traduciendo del francés original, así que nos decía como se decía tal frase en francés y luego nos hacía sugerencias sobre cómo hacer para que el tono fuera auténticamente americano. Y el hecho de que no hubiera ningún tipo de ego, facilitó poder tener una comunicación franca».

«Es muy útil que te dirija un director que ha sido actor», continúa Reilly. «No sólo porque entiende más a los actores, sino porque tiene un gran sentido de la verdad en los momentos claves. Roman tiene un gran instinto innato de lo que se siente cuando se interpreta. Por eso se mostraba tan interesado en los ensayos, así como en la realidad orgánica de las reacciones y de nuestro comportamiento. En los ensayos siempre preguntaba las razones por las cuales hacíamos algo de una manera o de otra».

«Creo que Roman la pasó muy bien», dice Foster sobre el trabajo de los ensayos. «La mayor parte del trabajo de dirección tuvo lugar en los ensayos, ya que cuando empezó el rodaje, la mayoría de sus preocupaciones se centraban en los movimientos de cámara. Concretamente, los ajustes que hacía de los ángulos de cámara fueron en ocasiones muy sutiles para nosotros. Roman es un maestro de la técnica cinematográfica y un director magnífico. Tiene un estilo específico y es muy coherente con su estilo de trabajo: se pone su propia marca, ajusta la cámara y ahí está, con su visor pequeño, que no había visto usar a nadie desde hacía veinte años. Un visor que está todo rayado, desde cuando hizo El cuchillo bajo el agua (Knife in the Water, 1962). No sólo tiene una visión concreta de la película, sino también del lenguaje de esa visión».

Christoph Waltz coincide también: «los ensayos han sido indispensables en este proyecto. No era sólo para conocernos mejor sino también para permitirnos experimentar. Probar esto y aquello, desechar las cosas que no servían. En un rodaje normal, nunca se tiene el lujo de tener tiempo».

«Rodar la película en tiempo real es un gran reto», dice Foster. «Cualquier transición que se hace no se puede hacer fuera de cámara. Las transiciones tienen que hacerse ahí mismo; en ese preciso instante. Pienso que la obra está tan bien construída que ha sido bastante fácil reflejar sentimientos tan distintos. He hecho muchas películas en una sola localización, como ésta. Lo que sucede cuando haces una película con solo cuatro personajes, es que se produce un acercamiento entre los actores que no se consigue de ninguna otra manera. Esta ha sido la conexión de trabajo más estupenda que he tenido en una película. Sinceramente quiero a estos actores y me causó mucha tristeza no volverles a ver a diario».

Roman Polanski, director conocido por su brillantez visual, reunió a un gran equipo de colaboradores; especialmente creativos, detrás de la cámara, incluidos el director de fotografía, Pawel Edelman, el director de arte y ganador de un Oscar, Dean Tavoularis, y la diseñadora de vestuario y también ganadora de un Oscar, Milena Canonero.

Casi tan importante como los cuatro personajes fue el plató. Construido en los estudios de sonido de Bry sur Marne en las afueras de Paris, el plató fue creado por director artístico Dean Tavoularis; más conocido por sus colaboraciones con Francis Ford Coppola en algunas de las películas más impactantes visualmente de los últimos 40 años, incluyendo la trilogía de El padrino, La conversación (1974) y Apocalypse now (1979).

Tavoularis diseñó un decorado para que el plató fuera lo más auténtico posible. Se podía ir de una habitación a otra, o mirar desde la puerta el fondo del pasillo, como en un apartamento de verdad. También diseñó el apartamento de manera que tuviese la dimensión adecuada para enriquecer la narrativa en los momentos clave. Para llegar al baño había que pasar por el dormitorio obligatoriamente, provocando, por ejemplo, un escalofrío en la escena en la que Penélope ayuda a Alan a quitarse los pantalones mojados, ya que tienen que regresar al salón pasando junto a la cama.

Tavoularis, que trabajó con Polanski en La novena puerta (The Ninth Gate, 1999), nunca había diseñado una película de este tipo, en una sola habitación, con cuatro personajes únicamente. «Intenté que todo fuese lo más real posible. A mí siempre me preocupan los detalles del decorado, porque nunca sabes exactamente cuánto quiere mostrar el director, lo que se va a ver o no del interior de un armario o de un cajón. Trajimos comida y objetos de Nueva York, de Brooklyn, concretamente, para que el apartamento fuese lo más auténtico posible. Estaba seguro de que algunas cosas no se verían por el objetivo, pero aún así, planteé el decorado de acuerdo a las necesidades de los actores. Detalles así son de vital importancia si se trabaja en un único plató durante todo el rodaje».

«Sus esfuerzos se vieron recompensados», dice John C. Reilly: «cuando vi el plató, me di cuenta de que había una gran parte de mi trabajo que ya estaba hecho. Normalmente en las películas, la cámara muestra sólo lo que se supone que tiene que ver el espectador. O sea, que en realidad únicamente se muestra la mitad del decorado; por ejemplo, si abres un libro no hay nada en el interior… Hay mucho de artificio. Pero el decorado de Dean estaba lleno de detalles, era completamente real, incluso había pequeños adornos en las estanterías. En la cocina prácticamente se podía cocinar. Nos dio un gran sentido de la ubicación».

Uno de los mayores placeres para el director de arte, que estaba prácticamente retirado de la industria del cine y disfrutaba de su nueva etapa como pintor, fue el de recibir una llamada de Polanski y trabajar en Francia. «No había trabajado en ninguna película desde hacía años y me quedé atónito ante el trabajo fantástico de los artesanos franceses. Los carpinteros, pintores, encargados de accesorios, tenían todos un nivel impresionante».

Formar equipo de nuevo con Polanski le hizo recordar el enorme talento de este director. «Polanski normalmente sabía resolver los problemas mejor que nadie», dice Tavoularis. «Su conocimiento abarca todos los aspectos creativos de la película. Desde el diseño hasta los efectos visuales. Sabe explicar exactamente lo que hay que hacer para solucionar algo correctamente. Va al grano y a la esencia del problema. Es uno de los mejores directores de cine trabajando en el mundo hoy en día»

FICHA TECNICA

Dirección: Roman Polanski

Producción: Saïd Ben Saïd, Oliver Berben, Martin Moszkowicz

Guión: Roman Polanski y Yasmina Reza; basado en la obra teatral Le Dieu du carnage de Yasmina Reza

Música: Alexandre Desplat

Fotografía: Pawel Edelman

Montaje: Hervé de Luze

Dirección de casting: Fiona Weir

Diseño de producción: Dean Tavoularis

Vestuario: Milena Canonero

Escenógrafo: Franckie Diago

Maquillaje: Didier Lavergne