SINOPSIS
En 1989 José Luis García participa del XIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que se realiza en Pyongyang, Corea del Norte. Un evento político auspiciado por la URSS apenas tres semanas después de la masacre de miles de estudiantes en la Plaza Tien An Men de Beijing y cuatro meses antes de la caída del Muro de Berlín.
García registra con una cámara VHS prestada el paisaje surrealista de aquel verano en el que miles de jóvenes llegados desde todas partes del mundo tomaron por asalto el lejano "Reino Ermitaño".
El foco de su mirada cambia cuando Lim Sukyung, una joven activista política, llega de manera clandestina a Pyongyang -obligada a dar la vuelta al mundo para poder llegar al norte de su propio país- representando a los estudiantes de Corea del Sur en el reclamo de la reunificación pacífica de todo el pueblo coreano.
Cuando el Festival termina, Lim Sukyung se niega a volver al sur a través de un tercer país y desafía a las más altas autoridades militares del Norte y del Sur de Corea y de las Naciones Unidas cruzando a pie la frontera más vigilada del planeta*; concentrando en ese gesto verdadera- mente revolucionario toda su voluntad de sacrificio por un ideal.
Mucho tiempo después, el colapso de las ilusiones juveniles guiarán la búsqueda del realizador, fascinado por el recuerdo de la "Flor de la Re- unificación", con quien se reencuentra en Seúl veinte años más tarde.
Sitiada por el acoso de una sociedad todavía en guerra, Lim Sukyung terminará por revelar el profundo e inesperado vínculo que la une a un com- pleto extraño llegado desde el otro lado del mundo.
PALABRAS DEL DIRECTOR
BIOFILMOGRAFÍA DEL DIRECTOR
José Luis García nació en Buenos Aires en 1965. Discípulo del director Ricardo Becher y del director de fotografía Felix Monti. Trabajó como director de fotografía con los directores Martín Rejtman, Fernándo Spiner y Alejandro Agresti; entre otros. Realizó el largometraje Cándido López, los campos de batalla (BAFICI 2005, Prémios del público y SIGNIS, Cóndor al Mejor Documental y al Mejor Guión Documental). La Chica del Sur su última película participó en la Competencia Argentina del BAFICI 2012 y recibió el Premio del Público y una Mención Especial del Jurado.
FICHA TÉCNICA
Con: Lim Sukyung y Alejandro Kim/ Productor ejecutivo: Gabriel Kameniecki Productores asociados: Roberto Bonomo, Geo Orellana y Luciano Quilici Guion: José Luis García y Jorge Goldenberg
Edición: Alejandra Almirón, Alejandro Carrillo Penovi y José Luis García Postproducción de sonido: Martin Grignaschi, La Burbuja sonido Música: Axel Krygier
Sonido directo (en Corea del Sur): Kim Yul-su
Cámara: José Luis García
Cámara adicional (en Corea del Sur): Kim Tae-jung, Park Jae-in y Gabriela Cristina Chirife
Directora de postproducción: Luciana Sternberg
Digitalización HD: Argentina Sincrodigital
Postproducción de imagen: Sebastián Toro, Bruno Fauceglia, Rodrigo Silvestri y Alejandro
Pérez / Sinsistema
Grafica: Gabi Stern
Dirigida y producida por José Luis García
En mi adolescencia, a fines de los años '70 en Argentina, durante la últi- ma dictadura militar, me enseñaron que revolucionario y subversivo eran malas palabras. Me enseñaron esto en la escuela y me bombardeaban con la idea desde la TV. También en mi casa, envuelta en una atmósfera de miedo por aquellos años. Esas dos palabras siembre iban ligadas malicio- samente a una tercera: marxista. La idea del Marxismo Internacional era algo temible de lo que había que protegerse. ABC
A mediados de los '80 volvió la democracia a la Argentina y empecé a estudiar cine y a hacer cortos en Súper 8. Con uno de ellos viajé a un festival de cine amateur en Cipolleti, Rio Negro. Ahí conocí a una chica que recién había salido del colegio, como yo, y estudiaba periodismo. Nos enamoramos. En los meses siguientes viajé varias veces para verla hasta que uno de los viajes fue muy breve: "Hola… Chau". Creo que por primera vez sentí que se acababa el mundo.
Un par de semanas más tarde no dudé en negociar con mi hermano mayor -sumergido en los avatares de la política local- la posibilidad de ocupar su lugar en una excursión a las antípodas, el lugar más cercano al que quería ir. Cuando llegamos a Norcorea el miedo acerca de los revolucionarios mar- xistas se desvaneció rápidamente. No había nada que temer de esos miles de jóvenes que llegaban desde todas partes del mundo. No eran diabó- licos y hasta simpatizaba con la mayoría de sus consignas, no importaba cuan utópicas fueran. La mayoría de ellos no sólo criticaba a viva voz al Imperialismo norteamericano, sino que también criticaban en voz baja, o con silencios explícitos, al Imperialismo Soviético que financiaba el Fes- tival y al totalitarismo Norcoreano que lo organizaba. Y hasta al gobierno chino, que acababa de asesinar a cientos de estudiantes que protestaban contra la burocracia en el poder al grito de La internacional.
Casi todos tenían una intención reprimida de subvertir un orden que con- sideraban injusto. Faltaban sólo cuatro meses para que cayera el Muro de Berlín y un par de años más tarde la disolución de la URSS terminó de dejar claro que el sentido de algo revolucionario tenía que ser buscado más allá de las estructuras estancadas y corrompidas del socialismo real, que lamen- tablemente también había arrastrado en sus ruinas las mejores utopías. Hubo una sola persona, Lim Sukyung, la chica del sur, que transformó para siempre, con sus gestos verdaderamente subversivos y revolucionarios, mi recuerdo de aquel verano del '89.
Desde una edad en la que las pasiones políticas pueden llegar a entre- mezclarse de manera vehemente con los amores que uno cree que dura- ran por siempre. Hasta un tiempo en el que, como reflexiona el célebre historiador Eric Hobsbawm, no sólo no sabemos adonde vamos sino que tampoco sabemos hacia donde deberíamos ir.
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