Cincuenta sombras más oscuras es una secuela tan sosa y pavota como Cincuenta sombras de Grey, que solamente va a gustarle mucho al que se haya ido del cine más que satisfecho con su predecesora.
El ritmo es denso y cansino. Las escenas de sexo duran demasiado poco, no tienen erotismo, y cuando empiezan a ponerse un poco candentes, abruptamente se pasa a otra situación.
La interpretación de Dakota Johnson es tan insípida como la primera vez, a todo le pone la misma expresión. En la escena del accidente por ejemplo, pone prácticamente la misma cara que cuando tiene un orgasmo. Y el trabajo actoral de Jamie Dornan también carece de emoción y de pasión pura que le salga por los poros. Y encima el nuevo personaje interpretado por Eric Johnson parece que viene dentro de la misma línea.
Una película que debería levantar la temperatura de los espectadores al tope, pero que nuevamente se queda a mitad del camino.Cintia Alviti
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